Por: Diógenes Armando Pino Ávila
Vivo en un pueblo del sur del departamento del Cesar, no tengo ninguna relación con Bogotá, la última vez que estuve en la capital del país fue en la Feria del libro de 2010, no soy abogado, no tengo intereses en el Distrito Capital, no soy amigo de los Nule, ni de Uribe, ni de Pachito Santos, no conozco a Gotardo, no conozco al Procurador de la Nación, no conozco a Petro, no soy del Eme, no soy de la Farc, No soy Uribista (Dios me libre), sin embargo, me duele lo que han tratado y le están haciendo a Petro. ¿Por qué? La gran mayoría de los colombianos de provincia están en las mismas condiciones, sintiendo igual sentimiento de impotencia y rechazo, y creo, se hacen la misma pregunta. ¿Por qué?
Vivo en un pueblo del sur del departamento del Cesar, no tengo ninguna relación con Bogotá, la última vez que estuve en la capital del país fue en la Feria del libro de 2010, no soy abogado, no tengo intereses en el Distrito Capital, no soy amigo de los Nule, ni de Uribe, ni de Pachito Santos, no conozco a Gotardo, no conozco al Procurador de la Nación, no conozco a Petro, no soy del Eme, no soy de la Farc, No soy Uribista (Dios me libre), sin embargo, me duele lo que han tratado y le están haciendo a Petro. ¿Por qué? La gran mayoría de los colombianos de provincia están en las mismas condiciones, sintiendo igual sentimiento de impotencia y rechazo, y creo, se hacen la misma pregunta. ¿Por qué?
Somos muchos los que hemos gastado horas en las redes
sociales haciendo activismo en favor de Petro, rechazando la actitud del
Procurador, convencidos de que su actitud obedece más al sectarismo
político-religioso que al cumplimiento de la norma. Hemos gastado horas de
nuestro tiempo escuchando y leyendo las opiniones de juristas y
constitucionalistas connotados para entender lo que pasa y cada entrevista,
cada lectura, cada opinión nos reafirma en que el caso es más de persecutoria
política que de justicia.
Cada día que escuchamos los noticieros de Tv, y vemos las
entrevistas sesgadas y la saña con que los noticieros privados enfocan el caso
tratando de manipular la opinión pública, crece el repudio a este tipo de
periodismo maniqueo, cada vez que vemos a los presentadores de estos
noticieros, que en este caso no presentan la noticia, sino que opinan
sesgadamente, se convence uno más de que estos medios son una maquinaria del
sistema para distorsionar la realidad y convencer al pueblo de que la verdad es
la verdad de los diarios y noticieros privados y no la verdad de los hechos.
Afortunadamente la Internet permite que los medios
alternativos muestren la otra cara: Contravía. Las 2 Orillas, Canal Capital, TV
Sur, y que las redes sociales: Facebook, Twitter cumplan el papel de difusores
populares de la noticia, por fortuna están los blogs y páginas WEB
especializadas en mostrar la otra cara de la moneda, por eso la patraña no ha
prosperado.
¿Pero por qué nos duele lo de Petro? Muy a pesar del proceso
de deshumanización acelerado que ha vivido Colombia, producto de la violencia
política generada por la guerrilla y demás actores armados, en el corazón de
los colombianos de bien, comienza a renacer la esperanza de la paz. Ese anhelo
cálido de una patria mejor, propicia sentimientos de solidaridad sobre una
persona como Petro, que ha demostrado con creces su deseo de que las
generaciones futuras crezcan sin odio y sin temores. Hay un sentimiento
colectivo en el espíritu de los colombianos de defender su tranquilidad y su
derecho a vivir en paz, de hacer respetar su derecho democrático al voto, de
repudiar las formas violentas con que históricamente se han aferrado al poder
la clase dirigente.
Parece que hemos llegado al punto de no retorno, donde las
fuerzas democráticas (las del pueblo) han decidido no dejarse pisotear ni
arrebatar sus derechos constitucionales y políticos. Hay un despertar, en que
los líderes populares se atreven a levantar la voz, en que el pueblo desafía a
las autoridades para reclamar sus derechos.
Algunos dicen, de pronto con mucha razón, que el caso no es
Petro, que lo que se pide es el respeto por la democracia, que cese el garrote
castigador de los adinerados que históricamente han gobernado a este país, que
se cambien las formas de hacer política por imposición: Sí o sí. Que se imponga
la justicia verdadera y democrática, que se acabe la corrupción, que termine el
amedrentamiento, que renazca la libertad, que la boca del fusil no sea la
opción que marque tu voto, que te acerques a la urna confiado y confiando de
que tu voto por fin decida qué gobernante llega al poder.
El caso Petro tan solo ha sido el detonante, el estímulo
externo que ha encendido los sentimientos de solidaridad de un pueblo que
estaba aletargado, pero vivo. Ojalá no se apague, o no apaguen con violencia,
este sentimiento colectivo que ha despertado un hombre, que ha sido capaz de
convocar en corto tiempo manifestaciones multitudinarias sin un solo brote de
violencia, demostrando que sí se puede, que el pueblo es capaz de dominar a los
violentos y que sí somos capaces de forjar sin armas ni violencia un futuro
digno y pacifico para nuestros hijos y nietos.
Ha de abrirse paso otra forma de hacer política, una forma
justa y verdaderamente democrática, donde primen las ideas, una política
fundada en el respeto a la oposición, una política programática, una política
donde no se compre ni se venda el voto, una política donde lo dicho por Sir
Francis Bacon que “Es muy difícil hacer compatibles la política y la moral”
pierda vigencia y el político sea ejemplo de honradez y moralidad.
Por: Diógenes Armando Pino ÁAvila
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