Por: Diógenes Armando Pino Ávila
Siendo honesto con mis lectores,
debo comenzar este texto dando a conocer la concepción religiosa y política a
que he llegado, en esta etapa de mi madura edad, producto tal vez de mi
formación como lector o al grado de escepticismo que me embarga por todo lo que
he visto pasar en este abundante manojo de años que he usado en el trasegar de
mi vida. Comenzaré diciendo que amo a
Dios sin religiones, y que en los últimos treinta años de mi vida he mantenido
esa posición buscando una comunicación directa con el creador, sin
intermediarios, confieso eso sí, que cuando estoy cargado de angustias asisto a
cualquier templo donde se congregan a orar, sin importarme el credo o la
religión que profesen, doblo rodillas, oro e imploro al Todopoderosos y
encuentro consuelo para mis penas. En lo
político también soy un caso aparte, pues amo a mi país sin partidos. Como todo
colombiano de mi generación, simpaticé de joven con la izquierda moderada,
luego desencantado por el discurso quise probar en uno de los partidos tradicionales
y milité por algunos años en él, ocupé cargos de elección popular y luego
decepcionado apague esa pasión y ese fervor y terminé ayudando con mi voto,
solo con mi voto, a amigos y conocidos. Ahora no milito en ningún grupo o
partido.