Por: Diógenes Armando Pino Ávila
Tengo la fea costumbre de apropiarme del control de la Tv y cambiar de canal, deteniéndome pocos segundos en cada uno, viendo la programación y al parecerme insulsa paso a otro canal, con el mismo resultado y así de canal en canal por todo el menú que propone la empresa de Tv satelital a la cual estoy abonado, en un ejercicio inútil por encontrar algún programa que no insulte la inteligencia del televidente y ante la protesta de mi esposa me detengo en un canal al azar, con la fortuna de que el programa que emite esa noche es Especiales Pirry, un loquito valiente, por todos conocidos, que hace televisión de un modo diferente, atrevido, audaz y es capaz de tocar temas que los noticieros y otros programas similares no se atreven ni a mencionar.
Tengo la fea costumbre de apropiarme del control de la Tv y cambiar de canal, deteniéndome pocos segundos en cada uno, viendo la programación y al parecerme insulsa paso a otro canal, con el mismo resultado y así de canal en canal por todo el menú que propone la empresa de Tv satelital a la cual estoy abonado, en un ejercicio inútil por encontrar algún programa que no insulte la inteligencia del televidente y ante la protesta de mi esposa me detengo en un canal al azar, con la fortuna de que el programa que emite esa noche es Especiales Pirry, un loquito valiente, por todos conocidos, que hace televisión de un modo diferente, atrevido, audaz y es capaz de tocar temas que los noticieros y otros programas similares no se atreven ni a mencionar.
Esa noche, el tema que trataba
era el de los niños de la etnia wayú que se están muriendo de hambre en la
Guajira. A mi edad, y con la fortuna de tener varios nietos, (a los que siento
más míos que a mis propios hijos), ver este programa fue un golpe a mi
conciencia, no concebía que en uno de los departamentos que más regalías
recibe, pues en él se encuentra la explotación de carbón a cielo abierto más
grande de Colombia, se diera semejante hecho criminal, donde la corruptela de
la clase política en claro abuso de poder desvíe y despilfarre tantos recursos
sin atender una etnia que debería estar protegida por ser los pobladores
auténticos de ese semi-desierto, de belleza inigualable que es La Guajira.
Ver ese programa me llenó de
indignación, en el vi a un grupo de niños famélicos, con claros síntomas de
desnutrición severa, y me di cuenta que el problema de la hambruna no solo se
daba en Somalia, sino que lo teníamos en nuestro territorio. En esas costillas
marcadas y huesudas de esos inocentes, se mostraba la monstruosidad de nuestro
sistema político, se retrataba la más honda injusticia social, donde las clases
que ostentan el poder político y económico derrochan y se apropian en indebida
forma de los recursos del erario para enriquecerse y enriquecer a sus amigos y
parientes, mientras que los niños, los indígenas, los pobres de las ciudades y
el campo mueren por física hambre.
En ese programa vi también la
valentía de Pirry al realizar tremendo programa donde denunciaba el terrible
drama de los niños wayú, también ví y admiré el arrojo, la ardentía de Rosario,
una valiente mujer Wayú, que hacia la denuncia, y que había puesto sobre aviso
de esta tragedia a las autoridades municipales, y departamentales de la Guajira
y al gobierno nacional de la tragedia que estaba ocurriendo y que ningún ente
gubernamental le puso atención. Contaba Ella, con lágrimas en sus ojos, que
ante la sordera y ceguera oficial tomó la decisión de apelar a Pirry para hacer
la denuncia a nivel nacional.
En ese programa vi el cinismo del
gobernador de la Guajira y del alcalde de Riohacha que justificaban esa
tragedia con cifras de sus abultados presupuestos y me preguntaba: ¿A qué
bolsillos fueron a parar esos miles de millones de pesos de que hablaban? Escuché al director del ICBF departamental
culpando a las autoridades territoriales de esta terrible situación, mientras
defendía su labor, escuché al Defensor del Pueblo de La Guajira defendiéndose
él, defendiendo su salario, su puesto, porque lo que dijo sobre su labor no se
ve reflejado ni en demandas, denuncias, criticas, acciones o reconvenciones
contra los responsables de esta acción criminal.
En este programa, vi como los
colombianos nos indignamos por la sequía del Casanare, que puso en peligro a
hicoteas, babillas y chigüiros, esa tragedia ambiental que puso en la picota
pública al gobierno nacional y a la minería y que además sacó a relucir el
cinismo y la falta de patria de la ministra del Medio Ambiente que dijo,
palabras más, palabras menos que cuál era la bulla si apenas se habían muerto
seis mil chigüiros y que la población de esta especie en el Casanare era de
sesenta mil.
Yo fui uno de los que hice
activismo en las redes sociales pronunciándome sobre esta tragedia ambiental, y
al igual que cientos de miles de colombianos indignados subimos tuits, estados
de feisbu, memes, fotografías, caricaturas y demás mensajes, protestando por la
tragedia ambiental del Casanare, pero con la tragedia de los niños indígenas de
la etnia Wayú no se ha dado la misma reacción. ¿Por qué? ¿Por qué los medios
nacionales no se han pronunciado?, ¿Qué temen? ¿Qué tapan? ¿Qué esconden? ¿Por
qué el silencio estatal?
Este tipo de hechos hacen que una
sienta indignación, dolor de Patria y peor aún hace que íntimamente uno sienta
vergüenza de ser ciudadano de un país que deja morir de hambre a sus niños.
¡Qué piensa Usted? Qué siente Usted?
No hay comentarios :
Publicar un comentario