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Aquí publicamos los artículos de prensa, columna, crónicas, reflexiones, ensayos y demás de la producción textual de Diógenes Armando Pino Ávila.

lunes, 17 de marzo de 2014

El Patrón, un celestino y tres amores.

Por: Diógenes Armando Pino Ávila
Esta campaña electoral está signada por unos hechos muy particulares en torno al expresidente Uribe: Primero fue la campaña a dúo con Pachito Santos contra el proceso de paz, se desgañitaban y se desgañitan en cuanta oportunidad mediática se presenta para atravesarle palos a la rueda al proceso de paz que el presidente Santos negocia con la guerrilla de la Far (Así lo pronuncia Uribe). En las redes sociales esta dupla, no escatimaba ningún epíteto contra los negociadores, y en cada trino destilan la hiel venenosa de quien se opone a la paz y auspicia la guerra. En ese maridaje ideológico que los une o los unía (no sé cómo andan de amores), mostraban y muestran una insana alegría, cada vez que la guerrilla bárbara y demencial, atenta contra soldados o policías de Colombia, ellos festejan en las redes cobrándole al presidente Santos estas muertes, ahora, si en el atentado o ataque caían o caen víctimas civiles el festejo es mayor.
Estos amores tórridos de Pachito y Uribe, hacían presagiar un matrimonio feliz y todo el mundo daba por sentado que el ungido como candidato a presidente del nuevo Centro Democrático era Pacho, pero… Oh! Sorpresa, cupido haciendo de las suyas, dispara sus flechas dejando herido y prendado a Uribe de un nuevo amor: Óscar Iván. Mientras tanto, Pachito entra en profunda depresión y celoso despotrica de Uribe. Oscar Iván en ese momento de euforia y efervescencia, aprende a trinar y comienza a reemplazar a Pacho en el coro de Twitter, lanzando sus trinos destemplados en contra del proceso de paz. Pacho queda rezagado y con la afonía que le causó el desamor de Uribe en la convención del Puro Centro Democrático, solo atina a sollozar y a lanzar lamentos tristes por su mala suerte y la perfidia del engaño.
Como siempre, el expresidente monta en sus pasos finos, comienza a pantallar frente a la casa del desolado Pachito; éste desde la ventana observa las cabriolas del alazán y la gracia del jinete que pasa y pasa por el frente de su casa desgajando pétalos de margaritas. Un día, Uribe toma ánimos y visita a Pacho y valiéndose de las artes de palabrero, herencia de sus ancestros antioqueños, le suelta la carreta de amor eterno, logrando convencerlo. Cuentan que le ofreció apartamento independiente, manutención y demás gastos en el Palacio de Liévano, donde le promete dormir arrunchados los fines de semana. Eso le baja la rabieta a Pacho y a regañadientes saluda a Oscar Iván disimulando sus celos.
Al ungido Oscar Iván, le llevan a hacer curso intensivo de oratoria con acento paisa, glamour y etiqueta, amén de la visita a otras academias, le cortan el pelo, le liman las uñas. Él hace el mejor de los esfuerzos. En algunos cursillos sobresale, pero le da muy duro la pasarela, se despeina con el poncho, le escarda la monta en pasofino, se quema las entrepiernas con el tinto y lo peor de lo peor, el discurso paisa, citando los clásicos: Don Berna, Báez, Mancuso, Cuarenta y otros no lo puede decir con la facilidad y la ternura de Uribe. Ahí comienza su desgracia. Donde llega esta pareja, el auditorio se entusiasma de tal manera que termina en relajo, silbatina corrida y peor aún algunos graciosos del grupo se les olvida que a los novios se les tira arroz y no tomates, y la manifestación de apoyo termina en una recocha con el coro de moda que algún hincha compuso: ¡Uribe paráco, el pueblo está verraco!
El Patrón está cansado, ha explicado hasta la saciedad que le deben tirar arroz, arroz de los llanos, no del que traen de contrabando de Venezuela, porque el tal Maduro lo puede contaminar con el Castro-Chavismo y eso le puede salar la campaña, pero nada, esos graciosos le siguen mandando tomates, lo que asusta a Oscar Iván, al que ha tenido que amarrar varias veces con la cincha del pasofino para que no parta en estampida de la tarima. Por eso se puso en contacto con Pastrana, pues un pajarito (no el de Maduro, parecido sí) le dijo que este tenía una gatita algo entrada en años, pero que era mansa y cariñosa, que podía darle una manita.
El Patrón se reúne con Pastrana, degluten babas al acordarse de las mieles del poder (ni modo ahora no les gusta la mermelada) y hablan de 8.000 cosas políticas, conspirando contra los amigos de La Far: Santos, Petro,  el Fiscal, Samper y Serpa y uno que otro magistrado de altas cortes (subversivos todos) , pero también hay fuego amigo, y planean contra Pachito y Oscar Iván. Entre conspiración y componendas acuerdan lanzar por el lado de los hermanos godos a Marta Lucía; Pastrana le aclaró que sabía montar pasos finos, galopar sin botar el tinto y que usaría diminutivos en los discursos y de paso se sacarían el clavo de las rechiflas, pues ahora ellos se la harían a Gerlein. Así van las cosas, esta película continuará.

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