Por: Diógenes Armando
Pino Ávila
Del 7 de agosto de 2002 al 7 de
agosto de 2010, el uribismo nos vendió un modelo de país basado en la fuerza y
el sometimiento. Estos vendedores de ilusiones nos hicieron ver que Colombia
sería el mejor país del mundo si dedicaba su presupuesto a la guerra. Hubo más
militares, más policías, más armamento, más recompensas. Se inició una lucha
frontal contra las guerrillas que asolaban la mayor parte del territorio
nacional y desangraban las regiones con muerte, secuestro, extorsiones y
constreñimiento, la situación era delicada. En este interregno, algunas fuerzas
oscuras de la derecha y la ultraderecha aunaron esfuerzos, y en asocio con el
gobierno, buscaron la cura para los males de la violencia que nos aquejaba y
siguieron el ejemplo de la ciencia, aquella que utiliza el mismo veneno de la
víbora para contrarrestar los efectos mortíferos de su mordedura. Alentaron las
Autodefensas, es decir un engendro de la violencia para acabar la violencia
guerrillera. Un mal curando otro mal, tamaña experiencia tenía que salir mal,
hubo masacres, muertes selectivas, extorsión, secuestros, violaciones,
desplazamientos, despojo de tierras, constreñimientos y otra gran cantidad de
males físicos y morales, producto de esta caja de pandora que se acababa de
abrir. En el recrudecimiento del conflicto se les ocurrió dar incentivos a las
fuerzas armadas por cada baja que le hicieran al enemigo y el gobierno de
entonces exaltaba y condecoraba a los mandos militares, por cada cabeza de
guerrillero que llevaran a los pies del que fungía como presidente de la
república y que sufría el síndrome de Salomé (La joven hija de Herodias que
recibió en una bandeja la cabeza de San Juan Bautista).
Este incentivo hizo que los
generales de la república auparan a los mandos medios y estos a los soldados
para dar de baja a guerrilleros y auxiliadores de la guerrilla, pero como los
guerrilleros no estaban a la vuelta de la cuadra, entonces se inventaron desde
arriba “los falsos positivos”, eufemismo con que la prensa llamo a los
ajusticiamientos extrajudiciales de jóvenes humildes que nada tenían que ver con
el conflicto. Las estadísticas de victorias de las fuerzas armadas colombianas
sobre las guerrillas subieron vertiginosamente. Luego vinieron las
desmovilizaciones de la guerrilla, las cuales fueron publicitadas en todos los
medios de comunicación del país y aplaudidas por la clase política y económica
colombiana, al final resultó, ser también, un engaño y un fraude. Después vino
el sometimiento y entrega de los paramilitares, estos se concentraron en
Ralito, ese imperio del mal que tenía sus leyes y autoridades propias y a las
cuales se sometía la clase dirigente del país. Los jefes paramilitares
decidieron, ellos mismos, encarcelarse para delinquir desde las cárceles y
pagar solo 8 años de prisión. Cuando el gobierno no pudo tapar la criminalidad
que estos jefes ordenaban desde sus sitios de reclusión decide en acuerdo con
el gobierno de U.S.A. enviarlos extraditados a territorio gringo.
Tanto la guerrilla como las
autodefensas no fueron exterminadas, subsistieron a la política de “seguridad
democrática” y ante esa realidad el gobierno de Uribe las aniquila
eufemísticamente, decide llamarlas “narco guerrillas” y a los otros “bacrim” y
con esto cumplió su cometido, las guerrillas y las autodefensas dejaron de
existir, pues en la lógica perversa de ese gobierno, cambiándoles el nombre se
aniquilaban. Siguen existiendo guerrilla y paramilitares, sigue existiendo
violencia, muerte, destrucción, desplazamiento, secuestro, extorsiones despojo
de propiedades rurales, en fin, Colombia sigue lo mismo, pues Uribe resultó ser
un fracaso como lo fue su tan cacareada “seguridad democrática”
Ahora que el gobierno Santos avanza en la
dirección correcta negociando un acuerdo de paz con la guerrilla, vuelve a la
política el “Uribe Machoman” para atravesarle el palo a la rueda de la paz,
disparando como francotirador avezado sus balas venenosas de Twitter y
amplificadas en los medios de comunicación. Hoy en día, en plena campaña
electoral el nuevo Uribe, el “Uribe Pastorcito Mentiroso”, intenta tapar el
escándalo del hacker y las chuzadas ilegales y sale sosteniendo en forma
perversa que JJ Rendón donó a la campaña de Santos dos millones de dólares que
los narcos habían pagado por un plan de sometimiento a la justicia. Nadie le
cree, menos el Fiscal de la Nación que le llama a declarar y en un arrebato de
soberbia huérfana del poder de antaño, se niega a asistir por lo que la
Fiscalía, actuando en derecho, le obliga, él se ve acorralado, asiste pero no
lleva pruebas, no las tiene, y recusa al Fiscal, exige que no sea quien le
investigue, quiere que sea el Procurador Ordóñes quien lo haga. Y es aquí donde
perfila a un nuevo modelo de país, un país utópico donde el ciudadano puede
escoger que fiscal lo investigue, cuál juez lo juzgue, que condena le puedan
imponer, en qué cárcel lo pueden recluir, que policía lo puede conducir.
¡Sabroso… no!
Creo sinceramente que “Uribe
Pastorcito Mentiroso” en esta campaña política ¡quiso destapar un elefante pero le salió tremendo culebrononón!
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