Por: Diógenes Armando Pino Ávila
Los resultados de las elecciones
del 25 de mayo han sido estudiados bajo la lupa de los más connotados analistas
políticos que hay en el país, y son muchos los que ostentan este título. Por mi
afición al periodismo y mi pasión por la paz he estado atento a los análisis
que a cada momento hacen en los noticieros, revistas, periódicos y programas de
opinión, en la observación atenta de estos análisis encuentra uno que siempre
hay el sesgo maliciosos, la pugnacidad, la inquina y la pasión de quienes
emiten estas opiniones, claro, uno entiende que este tipo de tema son de por sí
difíciles de tratar en una forma objetiva absoluta, pues siempre estará
presente la predilección política del analista, por eso, apelando al
pragmatismo y la sabiduría popular prefiero matizar mi concepto entre el decir
de esos entendidos y el sentir del pueblo.
La mayoría de los colombianos son
indiferentes a lo que ocurre en la política, esta franja de población compuesta
por el 60 por ciento de los ciudadanos con capacidad de elegir piensan que de
nada sirve hacerlo, desencantados sienten que su voto no cambiará el país, esta
franja dice: «votar para qué»,
«los
mismos con las mismas»
Esto hace posible la abstención más alta de la historia.
Hay los que se identifican con
los partidos tradicionales «liberal y conservador» son impulsados por la tradición política, salen a votar con la
esperanza de que su partido obtenga la presidencia, siempre con la esperanza de
ganarle las elecciones al partido contrario, votan por su partido, por los
candidatos de su afiliación política, son los votos amarrados.
Con el nacimiento de nuevos
partidos ha operado un fenómeno en que el elector transita de un partido a otro
sin que pase nada es el caso de La U, el Partido Verde, Cambio Radical, Opción
ciudadana, El Polo, etcétera, este elector tiene un voto coyuntural, los electores
de derecha siguen el vaivén de sus jefes políticos, no siguen una tradición y
muchas veces votan por votar. Los de izquierda en algunos casos hacen lo mismo,
votan por donde digan sus líderes y repiten milimétricamente un discurso que
viene desde arriba.
Hay una franja dispersa en el
espectro electoral de los partidos y sin partidos que participan en las
elecciones por distintas motivaciones, aquí están los que votan por dinero, los
que votan por agradecer un favor, los que sufragan por una promesa de empleo,
auxilio o ayuda de cualquier naturaleza, a estos no les importa el candidato,
su interés es ajeno a la política y cercano a los vicios de la mima.
Hay un sector democrático no
inserto en las franjas anteriores, estos tienen una visión política más allá de
los partidos, más allá de la tradición, más allá de los mezquinos intereses de
quien vende su voto por dinero o prebendas, esta franja cada día más grande es
la del llamado «voto de opinión» Estas personas tienen una mirada diferente de
la política, son de pensamiento independiente y libre, actúan por motivaciones
superiores, siempre mirando la conveniencia del colectivo, están despojados del
interés personal.
En estas justas electorales, la
participación fue muy baja. Por encima se debatía la conveniencia de la paz o
de la guerra, pero por debajo se daba, al calor del debate, las mañas de
siempre: Lo que diga el jefe, tenemos que ganarle al contrario, yo no voto por
godos, no voto por cachiporros, no voto por la derecha, no voto por la
izquierda, todo esto resumido a dos expresiones motivadas por el odio: no voto
por guerrilleros o no voto por paracos.
Pasó el 25 de mayo, se dieron los
resultados con algunas sorpresas. Esta semana se ajustan las cargas, los
partidos de la derecha siguen inamovibles en sus posturas: guerra y paz. Los
demócratas y de opinión se han movilizado por la paz en un claro rechazo a la
guerra y los violentos, los de la izquierda moderada se inclinan por la paz
pero los de izquierda radical, dogmáticos prefieren votar en blanco.
Pareciera que la derecha moderada
tuviera una mejor visión de país, pues propenden por la paz, por acabar el
conflicto. Votan por un interés superior, cual es terminar la guerra. No les
interesa el candidato Juan Manuel Santos, le interesa más su tenacidad por
conseguir la paz. En este pensamiento coinciden los izquierdistas moderados,
los intelectuales, los progresistas y algún amplio sector de los verdes y el
Polo.
Hay un sector verde que no es ni
chicha ni limoná. Hay un sector del Polo que prefiere votar en blanco que es lo
mismo que votar por la guerra y hay los uribistas pura sangre que intransigentes
corren detrás del senador Uribe cantando coros de guerra sin importar el
candidato ni la conveniencia del país, solo les importa lo que diga Uribe y
punto,
Reflexionemos, pensemos en las
nuevas generaciones y las que están por venir, acabemos con la guerra,
permitamos y hagamos posible una Colombia en paz.
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