Por: Diógenes Armando Pino Ávila
Esta semana ha sido crucial para
el proceso de paz, la develación por parte del Ministro de Defensa de los
supuestos atentados contra el expresidente Uribe y el Fiscal General de la
Nación han puesto en primera plana el tema de la paz en boca de la mayoría de
los colombianos.
El hecho de que la FARC planee
atentados contra figuras públicas no es nada nuevo y que lo hagan en contra de
Uribe tampoco, pues dentro de su accionar esta organización guerrillera y
dentro de su lógica guerrerista justifica actos demenciales como el de atentar
contra una persona. Lo que llama poderosamente la atención es la reacción de la
ciudadanía.
En años anteriores o en ocasiones
anteriores la reacción ciudadana era enorme, se polarizaba la opinión pública,
los columnistas de la prensa nacional polemizaban sobre el hecho, los políticos
de oficio daban farragosas entrevistas analizando a su manera el tema; la
iglesia y sus prelados, desde el púlpito se pronunciaban con vehemencia y la
feligresía reaccionaba acorde al discurso sacerdotal; la izquierda colombiana
participaba en el debate, algunos justificando el acto o tibiamente
condenándolo; la derecha legalizada mojaba prensa y se rasgaba las vestiduras
hablando de lo abominable y demoníaco de la intensión.
Ahora no. Los medios de comunicación
a través de sus columnistas han tocado el tema con seriedad, pero sin
aspavientos, la noticia fue registrada sin saturar a la opinión pública, la
televisión ha hecho recuentos históricos de los atentados contra Uribe, y han
contado refritos de ellos, incluso los atentados que resultaron montajes
perpetrados por organismos del Estado, como el del desaparecido DAS. Los
políticos han utilizado el tema para darse un champú de Tv dando unas
declaraciones insustanciales y vacuas, los del Uribe Centro Democrático en
forma vehemente, angustiado por el sacrilegio, de siquiera pensar que puedan
atentar por su Mesías. Los políticos de los otros partidos, han salido a repudiar
el supuesto plan pero defendiendo el proceso de paz. Hasta el alcalde Petro se
pronunció en contra de este plan, mostrando su vocación civilista. Los
candidatos presidenciales, todos han dado su opinión al respecto y han
coincidido en que un atentado, como el que denunció el Ministro de Defensa,
echaría al traste el proceso de paz.
Uno como persona del común,
habitante de la provincia, escucha a sus coterráneos en esas tertulias de café
o de farras, donde todos hablan del tema de acuerdo a su inclinación política y
ve que en las regiones, en las provincias tampoco se le dio la trascendencia
que se le daba a noticias de esta naturaleza en años anteriores y uno se
pregunta ¿por qué?
La respuesta es pronta y clara:
Nadie cree que sea cierto. El país está escéptico, poco crédulo, desconfía de
la opinión de los políticos, de los gobernantes, no creen en la clase
dirigente, no creen en las noticias que emiten los medios. Se ha perdido la
credibilidad, el rebaño se ha rebelado y ha perdido la casta ingenuidad con que
le daba crédito a pie juntilla lo que la prensa y la dirigencia decía.
El común de la gente opina lo
contrario, que no es un plan para atentar contra Uribe, eso lo descarta la gran
mayoría de los colombianos y lo hacen con los más disimiles argumentos que van,
desde los que sostienen que es un montaje para desvirtuar a la FARC, otros
opinan que se trata de subir puntos en las encuestas que en este periodo
prelectoral se ponen de moda; Otros dicen que lo que se busca con el plan es
demostrar la debilidad del gobierno Santos ante las guerrillas; y por último
predomina en la opinión de la gente que el plan no es atentar contra Uribe sino
atentar contra el proceso de paz.
Sea lo que fuere, la cosa es
grave, pues en primer lugar, en un país civilizado no podemos tolerar que se
atente contra la vida de ningún ciudadano sin importar su rango, posición
social o dinero. Si por el contrario la verdad sea el de posicionarse en las
encuestas, la situación es todavía grave, pues se trata de manipular la opinión
ciudadana hacia grupo o persona que aspira a una colectividad, eso da el
mensaje equivocado de que para llegar a la meta “todo vale”
Por último, si lo que se busca es
atentar contra el proceso de paz, la cosa reviste mayor gravedad, pues este
país necesita con premura el cese de la guerra, pues todos los colombianos y
colombianas deseamos, anhelamos dejar como herencia una Colombia en paz para
nuestros hijos y para nuestros nietos.
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